Vamos a analizar en este post uno de las películas más
recordadas y más emblemáticas del gran mago del humor Charles Chaplin. Hasta este momento Chaplin era uno de los últimos
actores y directores que hacían películas mudas, y este fue su debut en el cine
sonoro, y sin duda, El Gran Dictador
se convirtió en una (por no decir la más) de sus películas más famosas y
conocidas.
Esta película fue estrenada en 1940, cuando Estados Unidos
aún no había entrado en guerra con la Alemania nazi, y según palabras
publicadas por el mismo Charles Chaplin en su autobiografía, si hubiese sido
consciente de los horrores que supondría la existencia de los nazis, jamás
habría realizado esta película.
Esta película estuvo prohibida durante muchos años en
nuestro país, no estrenándose hasta después de la caída del régimen franquista,
pudiendo verla a partir de 1976.
También estuvo prohibida en Alemania donde no se pudo disfrutar hasta 1958.
Chaplin interpreta en este film a dos personajes totalmente
opuestos. Por un lado, el del dictador Hynkel,
satirizando la figura de Adolf Hitler; y por otro lado la de un barbero judío que
participó en la guerra y vuelve a su gueto después de pasar años en un hospital
y no conocer nada de la situación actual de su pueblo.
LA DICTADURA DE
CHAPLIN
El Gran Dictador es una película cargada de mensajes y
significados en cada una de sus escenas. Desde el primer momento, en el que el
barbero judío se mezcla con sus enemigos y estos en un primer momento son
incapaces de reconocerlo (símbolo de la igualdad de todos los participantes en
la guerra, incapaz de distinguir aliados de enemigos), hasta la incompetencia
del soldado como muestra de la incapacidad de la población para entrar en una
guerra.
Jugando con el humor característico de este director y
actor, se juegan con algunos de los elementos que construyeron uno de los
episodios más oscuros de la historia de la humanidad. Muy atentos a la escena
en la que tras un desfile militar pasan por delante de varias obras de arte, “reconvertidas”
ahora como símbolo de la dictadura (La
Venus de Hoy y El pensador del Mañana).
Resulta también curioso la conversación mantenida entre
Hynkel y su ministro Garbitsch (parodia
del conocido Ministro nazi Goebbels que
en la película es interpretado por Henry Daniell), imaginando un mundo en
el que la raza aria sea la que domine la totalidad del mundo, un mundo en el
que solo existan “personas de cabellos rubios gobernadas por un dictador moreno”.
Esta escena pone de relieve la incoherencia del sistema que los nazis quisieron
implantar.
También hace aparición en la película la figura del Ministro
Herring (parodia del ministro Göring, interpretado por Billy Gilbert) y se subraya la
incompetencia del mismo y se pone de manifiesto su incapacidad y su idolatría
al dictador.
Conocida de sobra por todos es también la escena en la que
el dictador juega con el globo terráqueo, una parábola de cómo el mundo es un
simple juguete para Hynkel-Hitler,
la guerra es tan solo un juego de poder donde la egolatría, la vanidad y los
totalitarismos propios del nacionalsocialismo son los principales actores. Al
final el globo acaba “explotando”.
La película avanza y podemos ver la destrucción del gueto judío,
y el conflicto por la invasión del país vecino Osterlich (Austria). Entre en juego la figura de otro dictador, la
del país Bacteria, Benzino Napaloni
(que no es más que una imitación del dictador italiano Benito Mussolini, y que
es interpretado en la película por Jack
Oakie).
La discusión entre ambos dictadores da lugar a una de las
escenas más cómicas de la película, que intenta reflejar el conflicto
expansionista que se produjo realmente entre estas figuras, en una lucha de
egos.
Debemos mencionar también la figura femenina que acompaña el
film, la de Hannah (Paulette Goddard) que protagoniza uno de
los discursos más conmovedores, cuando en el gueto, y tras ser increpada por
las fuerzas de seguridad se dirige mirando directamente a la cámara e imagina
un mundo en el que su pueblo no fuese perseguido por nadie).
EL GRAN DISCURSO
Y para poner el broche de oro al cierre de una película
grandiosa, no podía ser de otra manera que con un discurso que aún a día de hoy
es recordado.
Un discurso antibelicista en el que se critica al odio, al
sufrimiento, al daño que los humanos se infringen unos a otros. Un discurso en
el que Chaplin califica a los nazis como “hombres-máquina
con cerebros y corazones de maquinas”.
Donde Chaplin nos recuerda que el futuro
nos pertenece a todos, y donde nos anima a ver las nubes alejarse y a
vislumbrar el periodo de esperanza y paz que nos aguarda a todos.
Este discurso es uno de los mejores en la historia del cine,
y su mensaje es perfectamente tan valido a día de hoy como lo fue en su día.
En este periodo tan convulso políticamente en el que nos
encontramos Chaplin nos anima a seguir
mirando hacia arriba, a no dejarnos arrastrar a un mundo donde la codicia
ha corrompido los corazones de los hombres, y a no distinguir entre razas, ya
que somos todos los que formamos parte de este mundo y no debemos olvidar que
somos nosotros los que tenemos el poder.
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